Mi nombre es Deniel. Soy de Trinidad, la isla más al sur del Caribe. Nosotros, los caribeños, somos gente ingeniosa. Creo que nuestras costumbres son instintivamente resilientes. Muchos de nosotros conocemos la realidad de lo que es no tener un sistema de acueductos y alcantarillados, pero el agua es una necesidad primaria. Literalmente no podemos vivir sin agua. Entonces, nuestros padres exploran soluciones informales como capturar agua de la lluvia con canales en nuestros techos ya que la naturaleza nos proporciona lo que necesitamos. Existe una cierta armonía en nuestras vidas, entre nosotros y el mundo natural que nos rodea y eso está claro aquí en el Caribe.
La cuestión es, que esta armonía se ha roto. Ha habido un giro hacia la discordia y la naturaleza del mundo que nos rodea ha cambiado. Con aumentos significativos de la temperatura global, los cambios extremos en los patrones climáticos tienen consecuencias devastadoras. El 30 de junio de 2024, al comienzo de lo que se considera la «temporada de huracanes» en el Caribe, la tormenta Beryl se convirtió en el huracán de categoría 5 más temprano en ocurrir en 100 años. Beryl pasó de ser una depresión tropical a un gran huracán en sólo 42 horas.
Beryl se movió a través de la región, su alcance superó a varias islas al mismo tiempo en diversos grados con el viento y la lluvia, causando gran destrucción. Las islas más afectadas fueron Carriacou, Petite Martinique (PM) y Unión. Aproximadamente el 98% de las estructuras de Carriacou y PM quedaron destruidas y dañadas. Una desarmonía total y frustración que ocurre en el momento,cuando nos damos cuenta al final de la tormenta de todo lo perdido y en las consecuencias que enfrentan las personas por las pérdidas ocurridas. Una de esas consecuencias es la relación básica entre las personas y la naturaleza para satisfacer sus necesidades de agua. Con el 98% de las estructuras destruidas o dañadas… piensen, ¿cómo son sus techos? Sí, la preocupación obvia inmediata es que han perdido su refugio. Pero imaginé que, además de su refugio, han perdido sus medios para obtener agua.
Pierden el agua que es imprescindible, y el agua que, en el cambio de estación húmeda a seca, es más escasa que nunca, ya que los cambios climáticos extremos que resultaron en un huracán de categoría 5 en el inicio de la temporada de huracanes, también resultan en calor extremo y sequía durante la estación seca. El delicado equilibrio de recolectar agua de lluvia durante la estación húmeda para sustentar la vida en la estación seca, alterado por el cambio climático, ahora está aniquilado en medio de nuestras comunidades en crisis.
Algunos dicen que la Madre Naturaleza está contraatacando y castigando a la humanidad. Pero estoy de acuerdo con Mikaela Loach: “Es una gran injusticia. Es el modelo del colonialismo que se está replicando: el sur es explotado en beneficio del norte”. Las islas del Caribe no se encuentran entre las naciones más ricas que contribuyen a más del 90% del total de emisiones globales que exceden la capacidad del planeta. Históricamente, se trata de un pequeño número de países de altos ingresos. Y dentro de estos países, las industrias y corporaciones que avanzan a toda costa para mantenerse y ser lo más rentables posible están significativamente implicadas. Estas industrias operan dentro del marco colonial de explotación en beneficio del colonizador.
Shell, Exxon, BP, etc. ganaron miles de millones de dólares en el segundo trimestre de 2024 gracias a la explotación y destrucción de nuestro planeta. Estas grandes compañías petroleras son conscientes, y lo han sido durante años, de los daños causados por su industria de combustibles fósiles. Sin embargo, continúan con la perforación y la emisión incesantes de gases de efecto invernadero. Para ellos, ha sido simplemente una buena oportunidad de negocio.
Mientras tanto, el costo de vida aumenta como consecuencia del capitalismo y el consumismo, impulsados por el flujo de poder y dinero a nivel global. El Sur global -el Caribe- tiene una capacidad limitada para responder a las consecuencias de la crisis climática. Al incurrir en pérdidas y perturbar vidas y medios de subsistencia, el pasado colonizado del Caribe vuelve a sacar sus ventajas para los poderosos en la actualidad.
Es fundamental que continúen existiendo esfuerzos colectivos y unidos para presionar a los principales responsables para que tomen medidas para reducir las emisiones y participen en la resistencia contra los sistemas neocoloniales que impulsan el capitalismo y la colonización atmosférica. Y al mismo tiempo, también necesitamos preparar a nuestras comunidades y aumentar su capacidad colectiva para desarrollar resiliencia y responder con soluciones innovadoras y sostenibles a los desafíos inducidos por la crisis climática y luchar por vías a través de las cuales se puedan obtener recursos para apoyar una resiliencia accesible. Esto requiere crear conciencia sobre la interconexión de los múltiples traumas de nuestro pasado colonial y presente neocolonial. Las conversaciones sobre reparaciones por atrocidades pasadas deben incluir discusiones sobre las nociones problemáticas de nuestro espacio y cuerpos como “paraíso”, mercantilizados y vendidos a lo largo de la historia y en la actualidad. Y también cómo esto se conecta con nuestra posición en el modelo replicado de colonialismo que es la crisis climática.
- Abogar por la participación en espacios más allá de la presencia física hacia la participación activa y la acción para abordar nuestras necesidades y problemas es un comienzo para lograrlo.
- A esto se suma la promoción de leyes y políticas que tengan en cuenta la dinámica de la posición geopolítica del Sur global, al mismo tiempo que reducen la dependencia global de los combustibles fósiles e impulsan formas sostenibles e innovadoras de desarrollar e involucrar opciones de energía renovable.
- Presionar activamente a las empresas y corporaciones mediante boicots organizados.
- Por último, pero no menos importante, contando nuestra historia y compartiendo nuestras realidades y la necesidad de una acción colectiva, como de quienes están en la primera línea de la crisis climática, enfrentando su embate extremo y devastador. Somos un pueblo de tradición de historia oral, usémoslo.
Si nos involucramos de esta manera, colectivamente, para combatir la crisis climática y promover la sostenibilidad, podemos proteger nuestra región caribeña de los desastres climáticos y salvaguardar nuestros ecosistemas de los derrames de petróleo. Nuestro intercambio combinado de ideas, experiencias y conocimientos crea un flujo de conocimiento y comprensión y mejora la resiliencia colectiva. La realidad de la crisis climática puede parecer desalentadora, especialmente desde nuestra posición en nuestras pequeñas islas. Pero somos un solo Caribe. Un gran espacio sostenible en el océano. Una región líder, literal. Machel dice: «¡Hazlo como un LIDER!»